El dióxido de carbono, anhídrido carbónico ó CO2 es un gas no contaminante que forma parte del ciclo del carbono. Se produce durante procesos biológicos y fisiológicos como la respiración y la descomposición. El CO2, uno de los gases de efecto invernadero (GEI), se produce antropogénicamente por combustión de combustibles fósiles en procesos industriales y en nuestra vida diaria (entre ellos, gas natural, gasolina, gasóleo, carbón, etc.), por producción de cemento y por deforestación, ya sea por cambio de uso del suelo para destinarlo a agricultura o por degradación, mientras que de forma natural se produce emisión de CO2 por actividad volcánica, geiseres y cambios en la radiación solar, entre otros (Fuente IPCC).
El carbono ni se crea ni se destruye”
Diversas causas han propiciado el aumento de la concentración de este gas en la atmósfera desde la revolución industrial, con el consecuente efecto en el planeta al que los expertos llaman calentamiento global.
Este proceso se basa en que los gases llamados “de efecto invernadero”en altas concentraciones impiden que parte de la radiación que llega del Sol a la Tierra vuelva a salir al espacio, propiciando procesos de calentamiento interno en la atmósfera, con consecuencias directas sobre el clima.
Los seres vivos estamos hechos en gran parte de carbono. Mientras que los animales expulsamos carbono (respiramos O2 y expulsamos CO2), y otros gases como el metano (CH4) en nuestros procesos metabólicos, los productores primarios lo hacen a la inversa: las plantas superiores y otros organismos fotosintéticos como las algas, conocidos como productores primarios, realizan la fotosíntesis, utilizando el CO2 que se encuentra en la atmósfera o disuelto en el medio acuático en el que viven. Estos productores primarios incorporan parte del carbono del CO2 en las estructuras que los sostienen (raíces, tallos, hojas, etc.) y expulsan O2 a la atmósfera o al medio acuático. Asimismo, en los procesos de respiración, emiten CO2, pero en cantidades menores de las que absorben. Por tanto, absorben más carbono que el que emiten.
Algunos productores primarios son muy longevos, pudiendo vivir durante cientos o miles de años, guardando en sus estructuras (y bajo ellas) ese carbono que han ido asimilando durante su vida, evitando que se encuentre disponible en forma de CO2.
Estos organismos por tanto, «secuestran» CO2 de la atmósfera de forma activa y contribuyen a reducir la cantidad de este gas de efecto invernadero. Los hábitats que forman estas plantas son los llamados “sumideros naturales de carbono”. Sus sedimentos, ricos en materia orgánica que se degrada muy lentamente, constituyen verdaderos almacenes de carbono. Estos almacenes continuarán estables -o creciendo- mientras el hábitat sumidero siga con buena salud, cubriendo o «sellando» el almacén de carbono, y bombeando materia orgánica a su interior.
El llamado carbono azul es el carbono capturado por los océanos del mundo y los ecosistemas costeros, distinto del carbono verde que es aquel almacenado por los bosques y sus suelos. El carbono (azul) capturado por los organismos que viven en los océanos se almacena en forma de biomasa y sedimentos, principalmente en los manglares, marismas de marea y praderas marinas.
Por tanto, los ecosistemas responsables de la formación de estos sumideros de carbono azul tienen una importante repercusión sobre el cambio climático al mitigar los efectos de las crecientes emisiones de CO2, a nivel local y global.
Aunque la biomasa de los organismos responsables de la formación del carbono azul es muy inferior a la de los organismos responsables del carbono verde , se estima que aquellos absorben anualmente casi la misma cantidad de carbono que los organismos fotosintéticos terrestres, por lo que representan sumideros de carbono extremadamente eficientes y eficaces, bautizados como SUMIDEROS DE CARBONO AZUL.
El CO2 (dióxido de carbono) es el principal gas de efecto invernadero. Las emisiones (quema de combustibles fósiles) están incrementando el CO2 en la atmósfera, provocando el cambio climático.
En la fotosíntesis las plantas toman CO2 del medio en el que se encuentran, y usan el carbono (C) para formar sus estructuras (hojas, tallos, raíces…), emitiendo oxígeno (O2) y algo de CO2 al respirar.
Con el tiempo, las raíces y restos de otros organismos quedan “secuestrados” bajo la planta, creando una capa cada vez mayor de sedimento rico en carbono y pobre en oxígeno, que se remineraliza muy lentamente. Esta capa, que llamamos almacén de carbono, está generada y protegida o “sellada” por el ecosistema sumidero de carbono que tiene encima, que no es otro que la marisma o pradera marina, mientras ésta permanezca viva.
El carbono retenido por estos ecosistemas es el llamado carbono azul y es vital para la mitigación del cambio climático al retirar, de manera continua y por mucho tiempo, CO2 de la atmósfera.
Buena parte de estos hábitats costeros ya se encuentran protegidos por la DIRECTIVA 92/43/CEE DEL CONSEJO, de 21 de mayo de 1992, relativa a la conservación de los hábitats naturales y de la fauna y flora silvestres, y sus sucesivas actualizaciones. Destaca el hábitat 1120– Praderas de Posidonia oceanica (Posidonion oceanicae) que además constituye es el único hábitat estrictamente marino, considerado como Hábitat Prioritario. El resto de praderas de fanerógamas así como todos los incluidos en la marisma de marea, pueden estar representados en los siguientes hábitats de interés comunitario: el hábitat 1110 – Bancos de arena cubiertos permanentemente por agua marina, poco profunda; el hábitat 1140: llanuras mareales; el hábitat 1320: Pastizales de Spartina (Spartinion maritimi); el habitat 1310: Vegetación anual pionera con Salicornia y otras especies de zonas fangosas o arenosas; o el hábitat 1420: Matorrales halófilos mediterráneos y termoatlánticos (Sarcocornetea fructicosae).
A pesar de los beneficios y servicios que ofrecen estos ecosistemas costeros, se encuentran entre los más amenazados de la tierra: se estima en los últimos años se ha perdido un 67% de los manglares de la tierra, un 35% de las marismas y un 29% de las praderas de fanerógamas marinas.
Por su capacidad de secuestro y almacenamiento de carbono, los sumideros de carbono azulhan empezado a ser considerados en las estrategias de mitigación del cambio climático por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
Este paso es fundamental para su inclusión en los mercados de carbono, y así fomentar acciones para su conservación, mantenimiento o restauración. Esta herramienta de gestión ambiental favorecería, por tanto, la mitigación del cambio climático.
A pesar de formar parte de la RED NATURA 2000, muchos de estos hábitats se están perdiendo, a un ritmo cuatro veces superior al de la desaparición de los bosques terrestres.
En Andalucía se está avanzando en el desarrollo de una ley de cambio climático (anteproyecto de ley en la actualidad).
La futura ley dará cobertura al Sistema Andaluz de Compensación de Emisiones (SACE) y a su catálogo de proyectos, y recogerá los “Sumideros de carbono” en un apartado específico con el objetivo de incluir la conservación y restauración de, entre otros ecosistemas, praderas de fanerógamas marinas y de marismas de marea.